La creencia en la santidad de la túnica guadalupana ha ido cediendo su lugar a algo más accesible con la realidad, como es el símbolo iconográfico. Esto, a razón del conocimiento que se tiene de que la pintura ha sido constantemente modificada y a que ya ha aceptado la misma iglesia mexicana que fue pintada, original y obviamente, por un hombre.
Una de las más curiosas anécdotas al respecto, es la relativa a la corona original que portaba la figura. Como se impulsó su coronación "formal" por el gobierno mexicano en conjunto con el Vaticano, entre 1890 y 1895, se hizo necesario eliminar la corona que ya tenía, pues no podía ser coronada si ya lo estaba. Las autoridades eclesiásticas, sabiendo que modificar la túnica sería considerado un sacrilegio y una demostración de la posibilidad humana de su hechura, que ya era objeto de dudas desde entonces, acudieron a borrar la corona y retocarla (aunque otros señalan que la pintura entera fue cambiada por una nueva) y presentaron el hecho ante el pueblo como un auténtico portento milagroso. Muchas personas comenzaron a circular la idea de que eso demostraba que la Virgen no quería ser reina. Lamentablemente se equivocaron en esto de manera atroz: a poco de finalizar 1895, fue coronada con pompa y ceremonia por autoridades eclesiásticas y gubernamentales con una carísima joya de diamantes y oro, que la misma esposa del entonces presidente de México, el dictador Porfirio Díaz, ayudó a materializar donando parte de las piedras.
La desaparición de esta corona sí es, la verdad, el verdadero y "raro milagro" que se debería investigar.
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