Los ciclos económicos deben ser naturales
... ajustados a la realidad existente entre el costo de oportunidad, el ahorro y la posibilidad laboral del entorno. El grave problema de la época contemporánea radica en que los mismos creadores de las teorías económica son los cómplices de las crisis, y a que no deja de ser una relación de beneficios entre grupos de ´poder e interés y el gobierno, que hace de los contribuyentes su negocio personal.
Los ciclos económicos de hecho tendrían que ser de naturaleza orgánica e inalterada, cada vez que se termine el ciclo este debe comenzar con nuevos fondos, herramientas, bienes y trabajo sin que este final provenga de "burbujas" financieras puesto que el capitalismo financiero no es economía real, simplemente se trata de un juego constante de futuros y otras opciones que tienen como respaldo una cierta cantidad de riqueza que se desdice con el tamaño e implicación de las obligaciones y compromisos que extiende. Situación que es a todas luces irracional, pero no para no todos: unos pocos se benefician de esta feria de papeles que siempre acaba arruinando el esfuerzo de millones de personas que por su parte sí han creado riqueza.
El ahorro debe respaldar los proyectos de inversión en todas sus formas. De tal manera, cada cantidad de dinero solicitada se contraprestará con la cantidad de bienes ofrecidos; lo cual a su vez estará en armonía con una demanda sana y coherente con el contenido de base monetaria en el sistema. La maquinaria de la producción siempre que las elecciones del productor sean lo más autónomas posibles, sin injerencia estatal ni regulaciones del Banco Central, por ejemplo, tenderá a ofrecer lo que justamente esté siendo requerido. El comportamiento de un productor no puede ir en sentido contrario al de un consumidor de bienes. Así, el productor usará esa parte de la renta social en inversiones de beneficio común sin mal emplear el dinero, los recursos y el tiempo de la plataforma laboral.
Caso distinto cuando el dinero es mandado de manera masiva al mercado sin ninguna clase de riqueza real que lo preceda; esto sólo tendrá como consecuencia, por un lado que a la larga la tasa de interés se corrija afectando enorme y disparatadamente a los tomadores de dinero que quedaran atrapados en ese bazar de moneda barata temporal. Y no arrastra esta situación únicamente a los deudores, incluso al aparato productivo cuando este, azuzado por la velocidad y baratura de la mercancía monetaria la consume en cada vez más irreales proyectos cuya demanda no tiene ninguna base confiable dado que es una oferta artificial la que se ha desarrollado. El dispendio de dinero, basado en la creación ficticia de valor sólo originará en el sistema de producción una locura de malas decisiones. Por otro lado, momentáneamente la situación del asalariado se verá aliviada, pues al principio la inyección de moneda no se ha infiltrado aún en el cuerpo pleno de la economía; pero cuando suceda vendrá el desborde por el cual no sólo bajarán los salarios reales sino incluso cada margen de capital en el sistema atolondrará a la producción en el mismo tenor, pero correlativamente decreciente.
Amén de todo esto, la baja tasa de interés, para nada sobria ni real, afectará el destino del capital motivando un acelerado crecimiento del sector financiero que pasado el tiempo absorberá una gigantesca masa de dinero documental, misma que se devorará a sí misma al chocar contra el hecho de que nadie estará ahorrando, todos comprando y nadie invirtiendo tampoco. De esta forma, el mercado a la keynesiana lleva su propio veneno en su aplicación.
Todo esto puede ahorrarse completamente si el Estado y su alianza con los Bancos Centrales y grupos de poder específicos, fueran controlados efectivamente, primero quitándoles su poder de manipulación: a uno, de poder gerencial; a otro, de poder monetario, y al último, de poder político. Y dejar en manos del capitalista las decisiones reales y aplicables. La diferencia entre el Estado y los capitalistas, en términos de políticas es muy escasa; bueno, así es como debería ser: ambos buscan alcanzar objetivos con determinados medios; es decir, ambos necesitan de capítal para llegar a su finalidad. El Estado produce bienes públicos, y el empresario bienes de consumo para los particulares; y ambos cobran por ellos. Lo que hace el Estado, es hacer política con su oferta; lo que hace el empresario, es simplemente hacer más riqueza personal. Pero ambos son sumamente parecidos.
Lo anterior quiere decir que el Estado no necesita ser un entrometido en los asuntos económicos, y mucho menos un financista o capitalista directo; ya que todo lo que hace tiene un costo, igual que el de cualquier empresa. Y si tiene costos y cobra (por vía impositiva) lo que produce, ¿Por qué no dejarle a la empresa privada parte de sus actividades? ¿Por qué tiene que intervenir en la economía? Lo que produce su intervención son las crisis económicas y financieras conocidas por todos, bajo la forma de ciclos económicos que no deberían ser siempre así.
Si, por ejemplo, las oficinas de Catastro fueran privatizadas, aumentaría la eficiencia, la eficacia y los casos de corrupción disminuirían a niveles asombrosos. Los empleados que estuvieran en el medio serían mucho más responsables, capaces y competitivos que estando bajo administración del Estado. Cada peso que un empleado gubernamental gerencia para su beneficio, por corrupción, le cuesta al contribuyente al empobrecer al tesoro municipal. Esto, sumado a cientos, quizá miles, de casos así, hace una horrenda cifra que es justamente el costo de tener un órgano municipal mal dirigido y pésimamente administrado. Cosa que no sucedería bajo control empresarial privado.
Si se dejara a la acción del empresario, y a la del consumidor, su elección y su decisión, la economía se ajustaría automáticamente; los bancos no tendrían por qué arriesgar el ahorro de sus depositantes y el gobierno no estaría perdiendo recursos en demagogia y parafernalia de poderes particulares disfrazados de intereses ciudadanos. El dinero tendría respuesta real y su uso consecuencias de verdadero valor en bienes; las tasas de interés serían sanas y las inversiones y el ahorro guardarían correspondencia con un sistema de estabilidades en uno y otro caso, fundamentadas en precios auténticos y, por ende, costos viables.
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