Breve
síntesis de la Teoría de la Elección Pública de la Escuela de Virginia.
Durante los años ´60 y ´70 la
crítica a la economía de mercado se volvió más incisiva y en ciertos aspectos,
furibunda. Al mercado se le arrostraban los males sociales, la pérdida de valores, la caída de la calidad de
vida y, en suma, todo aquello que a los pensadores, opinadores, periodistas y
ciertos grupos de académicos notaban como afectantes del orden social.
La premisa de los ´60 en todo el
mundo, era que el fin del capitalismo no se acercara, sino que se hiciera
posible. Las tesis en contra de todo tipo de ideología liberal o de libre
intercambio, libre movimiento de factores, era moneda de cambio en momentos en
los cuales aumentó enormemente la influencia del Estado en la Economía;
resultando una curiosa coincidencia.
Lo fundamental del asunto, es que
mientras más intervención tenga el Estado en la Economía, no importa quién lo
diga, nos estamos refiriendo a que es más socialista y manipuladora. Para la
época de los ´60, aunque en Inglaterra se hicieron esfuerzos para aumentar la
inversión privada y dejar de aumentar el Gasto Público, la verdad es que la
misma fuerza que cobró el gobierno después de la guerra, aceleró el crecimiento
de su maquinaria.
Este crecimiento del Estado
produjo una suerte de consolidación de intelectuales de Izquierda que
comenzaron a hacer un discurso antiliberal más y más beligerante usando como
excusa que era el libre mercado y el liberalismo económico el causante de los
fallos constantes en la economía, con el resultado de sufrimiento social que
conlleva eso. De esta forma casi entramos en una demonización tanto del
clasicismo como del neoclasicismo económico, propugnándose la mayor
intervención gubernamental en los asuntos económicos que dirimiera la
desigualdad.
Sin embargo, un grupo de
economistas con orientación en Ciencias Políticas, entre los años ´50 y ´70,
comenzaron a contrarrestar esta visión y tesis no sólo por considerarlas
ambiguas, sino mal intencionadas. Entre estos, destacó el denominado fundador
de la Teoría de la Elección Pública, James Buchanan, quien por estos estudios y
análisis fue premiado con el Premio Nóbel de Economía de 1986. Una de sus
máximas, que representan mucho de su idea, es: “que el estado, de ninguna
manera, es superior a sus ciudadanos en sabiduría”.
Buchanan, junto a otros
economistas de la misma postura, como Gordon Tullock o incluso Kenneth Arrow,
postulan que las crisis no tienen como culpable al mercado, ni al libre
intercambio, ni al liberalismo, o cuando menos no es el único o el más
importante, sino que es el mismo Estado es el facilita o si no produce
completamente las crisis económicas con sus políticas y con su imposibilidad
para gestionar tanto el mercado como los recursos públicos, afectando a los privados.
Es decir, estos economistas, con Buchanan a la cabeza, expusieron algo que
hasta entonces no se había expuesto como ellos lo hicieron: que los costos de
la acción pública, llevada por el Estado
en representación de la sociedad, eran más altos y dañinos que lo que producía
el libre mercado. La tesis que representaban era determinante: el Estado es un
mal gestionador de recursos, por naturaleza. ¿Cómo argumentaban esto? Digamos
que en cinco puntos.
Las cinco razones por
las cuales el Estado es ineficiente como gestionador público de la economía.
Los fallos del mercado provienen de esta intervención
1) La ignorancia del votante sobre las acciones de
gobierno o de sus políticos. Lo cual quiere decir que el votante nunca vota con
conocimiento de causa; el votante no es un conocedor de la elección; a la
mayoría incluso no le interesa saber en qué consiste el programa de gobierno
del candidato a presidente; ni siquiera conoce la plataforma política, social o
económica del partido. Los que trataran de informarse, terminarían rehusando
hacerlo al razonar que su voto, es inútil aún siendo pensado correctamente,
pues es un voto de millones de otros votos, por lo cual no cambiará nada si
estudia o no estudia los programas, a los candidatos, se informa o se prepara.
Esto conlleva a que los políticos, sabedores de esta debilidad del votante, se
enfoquen a obtener su aceptación por medio de acciones que no tienen nada qué
ver con lo importante para el país, sino que se basen en asuntos viscerales,
superfluos, o sectarios. Y los votantes, a su vez, votaran or aquel que le
caiga bien, que sea de su religión, que le parezca confiable o cualquier otro
motivo, menos el importante para el bienestar de la nación.
2) La imposibilidad del cumplimiento de la promesa
electoral. Es un factor que los políticos aprovechan siempre: prometer y no
cumplir. ¿Por qué no cumplen? No cumplen porque nada finalmente, los termina
obligando. De esta manera, al saber que no es necesario que lo hagan, lo único
que ocasionan es generar expectativas sociales que no serán logradas. Lo que
empeora el asunto es que el votante se desvincula de la acción del gobierno
también, al votar no por temas determinados ni vitales, sino sólo por una
figura, en este caso un candidato. Lo anterior sólo ocasiona que el político no
se sienta ni responsable ni urgido ni obligado a hacer las cosas en provecho
general, sino de acuerdo a como vayan saliendo las cosas. Y si se le reclama
alguna propuesta incumplida, sólo dirá, por ejemplo, que los tiempos han
cambiado. Por tanto, no hay relación entre las necesidades sociales y las
pretensiones de quien tiene el poder.
3) La mentalidad o idiosincrasia del burócrata o
funcionario en relación con sus funciones ideales. Esto lo que explica es que
los funcionario públicos, no obran para cumplir con eficiencia y eficacia los
requisitos de bienestar social administrando correctamente y ahorrando
recursos. Al contrario: la burocracia tiende a crecer porque cada funcionario
ve en ello más fuente de poder. De hecho al funcionario lo que le interesa es
ascender, ganar más, tener poder sobre más empleados. Por su cabeza, no pasa
realmente como lo plasman los discursos idealistas del oficialismo, el interés
en el servicio público. Ellos igual quieren maximizar sus beneficios, y como no
lo hacen en la esfera privada, lo harán en la esfera pública, con el resultado
de derroche, mala administración y desajenación con su función ideal,
aumentando el Gasto Público y dañando con el crecimiento del aparato estatal,
al ahorro social.
4) El apoyo a grupos de poder o de interés, en
detrimento de políticas integrales.
Práctica regular y conocida; el hecho de que cada grupo de poder apoye a
un candidato para beneficiarse a corto plazo; y que este a su vez apoye a
grupos en específico, no sólo corrompe el sistema democrático, sino que guía
las expectativas de crecimiento en función de unos cuantos y no en función de
necesidades que de concretarse ahorrarían dinero y capital humano, lo cual a su
vez es más dinero mal aprovechado. Todo entonces conducirá a una segmentación
de los logros, y a una beneficiación particularizada de objetivos, que no
significan que sean concordantes con la realidad económica general de la
nación, o bien que afecten la distribución de la riqueza. Esto puede verse en
países oligárquicos como EE.UU.
5) El cortoplacismo político de los partidos o
gobernantes. O bien, que el interés de los mismos es cumplir con objetivos de
corto plazo, con acciones que a los ojos de los electores sean aceptables, que
creen la falsa noción de que todo está siendo bien hecho, que está funcionando
el voto; pero que en realidad son acciones sin fundamento futuro, muchas veces
sin respaldo económico fuerte ni real, cuyo resultado será perjudicial para la
población en general. Los políticos sólo están interesados en perpetuarse en
los puestos de poder, y para ellos harán uso de ahorros públicos, e incluso
privados, para financiar, acaparar o manipular cifras y datos que reflejen una
realidad económica, política y social desbordante y próspera, pero que al fin y
al cabo es sólo una montura parcial que tiene únicamente, la intención de
generar el voto del ciudadano.
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