miércoles, 5 de diciembre de 2012


Breve síntesis de la Teoría de la Elección Pública de la Escuela de Virginia.

Durante los años ´60 y ´70 la crítica a la economía de mercado se volvió más incisiva y en ciertos aspectos, furibunda. Al mercado se le arrostraban los males sociales, la  pérdida de valores, la caída de la calidad de vida y, en suma, todo aquello que a los pensadores, opinadores, periodistas y ciertos grupos de académicos notaban como afectantes del orden social.

La premisa de los ´60 en todo el mundo, era que el fin del capitalismo no se acercara, sino que se hiciera posible. Las tesis en contra de todo tipo de ideología liberal o de libre intercambio, libre movimiento de factores, era moneda de cambio en momentos en los cuales aumentó enormemente la influencia del Estado en la Economía; resultando una curiosa coincidencia.

Lo fundamental del asunto, es que mientras más intervención tenga el Estado en la Economía, no importa quién lo diga, nos estamos refiriendo a que es más socialista y manipuladora. Para la época de los ´60, aunque en Inglaterra se hicieron esfuerzos para aumentar la inversión privada y dejar de aumentar el Gasto Público, la verdad es que la misma fuerza que cobró el gobierno después de la guerra, aceleró el crecimiento de su maquinaria.

Este crecimiento del Estado produjo una suerte de consolidación de intelectuales de Izquierda que comenzaron a hacer un discurso antiliberal más y más beligerante usando como excusa que era el libre mercado y el liberalismo económico el causante de los fallos constantes en la economía, con el resultado de sufrimiento social que conlleva eso. De esta forma casi entramos en una demonización tanto del clasicismo como del neoclasicismo económico, propugnándose la mayor intervención gubernamental en los asuntos económicos que dirimiera la desigualdad.

Sin embargo, un grupo de economistas con orientación en Ciencias Políticas, entre los años ´50 y ´70, comenzaron a contrarrestar esta visión y tesis no sólo por considerarlas ambiguas, sino mal intencionadas. Entre estos, destacó el denominado fundador de la Teoría de la Elección Pública, James Buchanan, quien por estos estudios y análisis fue premiado con el Premio Nóbel de Economía de 1986. Una de sus máximas, que representan mucho de su idea, es: “que el estado, de ninguna manera, es superior a sus ciudadanos en sabiduría”.

Buchanan, junto a otros economistas de la misma postura, como Gordon Tullock o incluso Kenneth Arrow, postulan que las crisis no tienen como culpable al mercado, ni al libre intercambio, ni al liberalismo, o cuando menos no es el único o el más importante, sino que es el mismo Estado es el facilita o si no produce completamente las crisis económicas con sus políticas y con su imposibilidad para gestionar tanto el mercado como los recursos públicos, afectando a los privados. Es decir, estos economistas, con Buchanan a la cabeza, expusieron algo que hasta entonces no se había expuesto como ellos lo hicieron: que los costos de la acción  pública, llevada por el Estado en representación de la sociedad, eran más altos y dañinos que lo que producía el libre mercado. La tesis que representaban era determinante: el Estado es un mal gestionador de recursos, por naturaleza. ¿Cómo argumentaban esto? Digamos que en cinco puntos.

Las cinco razones por las cuales el Estado es ineficiente como gestionador público de la economía. Los fallos del mercado provienen de esta intervención

1)  La ignorancia del votante sobre las acciones de gobierno o de sus políticos. Lo cual quiere decir que el votante nunca vota con conocimiento de causa; el votante no es un conocedor de la elección; a la mayoría incluso no le interesa saber en qué consiste el programa de gobierno del candidato a presidente; ni siquiera conoce la plataforma política, social o económica del partido. Los que trataran de informarse, terminarían rehusando hacerlo al razonar que su voto, es inútil aún siendo pensado correctamente, pues es un voto de millones de otros votos, por lo cual no cambiará nada si estudia o no estudia los programas, a los candidatos, se informa o se prepara. Esto conlleva a que los políticos, sabedores de esta debilidad del votante, se enfoquen a obtener su aceptación por medio de acciones que no tienen nada qué ver con lo importante para el país, sino que se basen en asuntos viscerales, superfluos, o sectarios. Y los votantes, a su vez, votaran or aquel que le caiga bien, que sea de su religión, que le parezca confiable o cualquier otro motivo, menos el importante para el bienestar de la nación.

2) La imposibilidad del cumplimiento de la promesa electoral. Es un factor que los políticos aprovechan siempre: prometer y no cumplir. ¿Por qué no cumplen? No cumplen porque nada finalmente, los termina obligando. De esta manera, al saber que no es necesario que lo hagan, lo único que ocasionan es generar expectativas sociales que no serán logradas. Lo que empeora el asunto es que el votante se desvincula de la acción del gobierno también, al votar no por temas determinados ni vitales, sino sólo por una figura, en este caso un candidato. Lo anterior sólo ocasiona que el político no se sienta ni responsable ni urgido ni obligado a hacer las cosas en provecho general, sino de acuerdo a como vayan saliendo las cosas. Y si se le reclama alguna propuesta incumplida, sólo dirá, por ejemplo, que los tiempos han cambiado. Por tanto, no hay relación entre las necesidades sociales y las pretensiones de quien tiene el poder.

3) La mentalidad o idiosincrasia del burócrata o funcionario en relación con sus funciones ideales. Esto lo que explica es que los funcionario públicos, no obran para cumplir con eficiencia y eficacia los requisitos de bienestar social administrando correctamente y ahorrando recursos. Al contrario: la burocracia tiende a crecer porque cada funcionario ve en ello más fuente de poder. De hecho al funcionario lo que le interesa es ascender, ganar más, tener poder sobre más empleados. Por su cabeza, no pasa realmente como lo plasman los discursos idealistas del oficialismo, el interés en el servicio público. Ellos igual quieren maximizar sus beneficios, y como no lo hacen en la esfera privada, lo harán en la esfera pública, con el resultado de derroche, mala administración y desajenación con su función ideal, aumentando el Gasto Público y dañando con el crecimiento del aparato estatal, al ahorro social.

4) El apoyo a grupos de poder o de interés, en detrimento de políticas integrales.  Práctica regular y conocida; el hecho de que cada grupo de poder apoye a un candidato para beneficiarse a corto plazo; y que este a su vez apoye a grupos en específico, no sólo corrompe el sistema democrático, sino que guía las expectativas de crecimiento en función de unos cuantos y no en función de necesidades que de concretarse ahorrarían dinero y capital humano, lo cual a su vez es más dinero mal aprovechado. Todo entonces conducirá a una segmentación de los logros, y a una beneficiación particularizada de objetivos, que no significan que sean concordantes con la realidad económica general de la nación, o bien que afecten la distribución de la riqueza. Esto puede verse en países oligárquicos como EE.UU.

5) El cortoplacismo político de los partidos o gobernantes. O bien, que el interés de los mismos es cumplir con objetivos de corto plazo, con acciones que a los ojos de los electores sean aceptables, que creen la falsa noción de que todo está siendo bien hecho, que está funcionando el voto; pero que en realidad son acciones sin fundamento futuro, muchas veces sin respaldo económico fuerte ni real, cuyo resultado será perjudicial para la población en general. Los políticos sólo están interesados en perpetuarse en los puestos de poder, y para ellos harán uso de ahorros públicos, e incluso privados, para financiar, acaparar o manipular cifras y datos que reflejen una realidad económica, política y social desbordante y próspera, pero que al fin y al cabo es sólo una montura parcial que tiene únicamente, la intención de generar el voto del ciudadano. 

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