miércoles, 5 de diciembre de 2012

¿Los concursos de poesía son fiables en su calificación?
  • Artículo motivado por un capítulo de Suburgatory titulado "Poetic Injustice".


Partamos de lo justo: nada que se relacione con la subjetividad es 100% fiable, y por tanto tampoco los ganadores de certámenes y eventos de cualquier naturaleza relacionada con obras de este tipo de contenidos, lo son. O bien, desde el punto de vista de la muletilla "nunca gana el mejor"; pero por otro lado gana "legalmente".

En uno de los capítulos de Suburgatory, la protagonista queda maravillada por su profesora de poesía. Considerando que lo que escribe personalmente le va a parecer genial, se mimetiza como ella un poco para terminar de agradarle, y con esto cerrar un círculo virtuoso en el cual habría una justa recompensa.

La profesora, sin embargo, se termina sintiendo atraída y convencida por la alumna más nefasta desde el punto de vista sensible: la más baja de inteligencia emocional, la más vacía, vana y estúpida de todas. De hecho su poesía es de una muy mala calidad y sin ningún sentido que pudiera darle, como mínimo, la valoración de inteligente.

En pocas palabras, la profesora, que es la dueña del discurso, en este caso, poético, transfiere el poder que le da su posición a alguien a quien considera digno de él. No habiendo, por su supuesto, más nexo de justicia artístico que la arbitrariedad de quien califica.

De esta manera funciona en los concursos poéticos y en otros certámenes. Ganar un concurso de poesía es más una cuestión de azar o de arbitrariedad, que de justicia. Gran parte de los premios son otorgados por un grupo de personas que ya se conocen entre sí, que tienen gustos similares, y que ya saben qué van a premiar, lo que nos conduce a que existe una abierta predisposición a obras que cumplan con "sus parámetros" emocionales. Es un asunto de creyentes más que de valoración de textos y contenidos. El juez, dueño del discurso, no da el triunfo al mejor, sino a aquel poeta que cumpla con "sus gustos" en el momento en que esos gustos están actuando sobre su emoción. Una emoción con la que califican tan subjetivamente, que jamás jamás jamás, gana el mejor.

Lo que agrava la situación es cómo varios poetas ganan concursos seguido, y algunos hasta en el mismo año o período de tiempo. Muchos son constantemente premiados. ¿Tan buenos son?  Esto es, ¿tanto genio tienen encima, que los demás poetas son inferiores constantemente como para no ganar nada? No creo. Esto es justamente lo que hace que los premios de poesía, y otros de carácter subjetivo, sean vistos con sospecha, con desconfianza o, en resumen, sin seriedad. Es imposible que siendo la poesía tan subjetiva, como hemos visto a lo largo de nuestra vida, ganen siempre los mismos; retomemos el caso de la protagonistas de Suburgatory: estaba convencida de que su poesía era de suficiente calidad como para ser reconocida. Pero su maestra prefirió una obra burda, ñata, barata, vacía y de un insultante minimalismo reducido a la ilógica de la imagen. ¿Cómo funcionan entonces las valoraciones en los concursos poéticos? ¿Cómo puede un poeta premiado en un certamen ganar otro? La respuesta es doblemente desalentadora para aquellos que piensen que pueden ganar un premio: primero, que les adivinen la mente a los jueces; y que se las sigan adivinando unos cuantos meses. Algo que considero poco alcanzable (cuando menos en este siglo), y segundo, que sea un fraude; un arreglo de amigos, un "premio" al gremio, o bien una manera en la que mantienen el poder y el control de la actividad a la manera que lo hacían los gremios del siglo XVII. Suena malicioso. Y lo es.

La mayor parte de los poetas saben que ganar un concurso importante, es tan difícil como ganar la lotería - porque no deja de ser una cuestión de vastedad azarosa- que mejor publican su obra con dinero propio. Así se hizo siempre, así lo han hecho desde antes. Gran parte de los premios famosos, que usan nombres de poetas famosos, son de hombres que publicaron sus obras con dinero propio o ayudados por amigos o familiares. 

Más adelante los mecenas se convirtieron en partícipes de la mafia del discurso poético y de mecenas pasaron a compadres y financistas, y a compartir las decisiones "gremiales" de la cumbre del género. Por eso, lo mejor que puede hacer quien tenga una obra propia, es pagársela él mismo o acudir editorial a editorial hasta que alguna, si los dueños del discurso acceden, se la publique. En un caso u otro, deberá distribuir beneficios; obviamente en el segundo caso serán mayores los que se otorguen al "socio".

Los concursos de poesía no son fiables. Ni siquiera son fiables lo de ciencias exactas; por la misma razón que no son fiables los humanísticos: por la continua característica humana a ser egoísta y controladora. Muchos grandes científicos han sido apartados del reconocimiento, merecido y digno, por asuntos que no tienen relación alguna con la ciencia ni con el beneficio común; simplemente los dueños del discurso no lo consideraron adecuado y por arte de magia una contribución válida se convirtió en polvo. Hay varios ejemplos en la historia.

La subjetividad de quien valora, es un asunto muy importante para calificar acciones y contenidos artísticos. No vale la pena ni discutirlo. El problema es que toda subjetividad depende del alma de quien califica, de su historia sensible, de sus creencias, valores, gustos, acercamientos morales, imágenes, desagrados, fobias, y un sinnúmero de archivos inmateriales; y por ende de algo muy importante: de sus vicios e infortunios; de sus objetivos y ambiciones; de sus aciertos y virtudes. ¿Más azaroso que esto, para calificar el trabajo de otros, qué puede ser?

No, una obra poética, a menos que sea mala desde la primera página (algo que instantáneamente se nota al leer poesía), no puede ser calificada con como un examen de ideas ni de contenidos analíticos. No puede ser calificada como si nada, como una prueba de acierto y error. No es válido hacerlo. Pero en cambio,  lo que sucede, es que la obra poética es calificada por personas que la van a valorar por lo que ellas desean, quieren, ocultan, aceptan, niegan, gustan, rechazan o simplemente porque amanecieron de buenas o pensando en Machado, Huidobro, Pizarnik o James Joyce. Jamás la van a calificar en franca totalidad de nada. Va a ganar la que a su gusto, que puede ser pobre o rico, "los convenciera", o bien, por ser su autor un amigo, compadre o recomendado del "gremio" o sistema. Lo demás, lo que cuenten los libros, periódicos o funcionarios y poetas del jurado, es mito y falsedad.

Si tienes una obra poética, o una obra científica, un libro, una novela, un ensayo o conjunto de estos, no pierdas el tiempo: hazte de dinero, consíguelo. Busca una casa editora seria o independientes, y publíca. Ni líos ni estrés.


Escena de la serie Suburgatory, en ella puedes escuchar el "poema" que la creadora (de pie) da a la clase, y que la maestra celebra como muestra de "verdad" poética, valorándolo a partir de su apropiación del discurso, como una guía a seguir por los demás. En ese momento, la profesora lo que hace es estar validando "su gusto y sus juicios de valor" a través de la acción de otros, extendiendo por tanto la línea del discurso y su control.



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