Hermann Hesse (en la foto), fue un vibrante escritor alemán cuyos rasgos como expositor reflejan una marcada tendencia hacia la introspección muchas veces poco halagadora del Hombre como Ser. Hesse llegó a decir que da más gusto o placer hacer un poema, aunque sea malo, que leer uno, por más hermoso que haya sido escrito.
El pensamiento que refleja es en realidad el eje de la poesía; un poema es simplemente la expresión de cualquier existencia que trata de describir de la forma más exacta posible, con letras y sintaxis, lo que en ese instante se le está moviendo entre alma y cabeza.
Un poema es un ejercicio moral e intelectual, ajeno a si es o no es hipócrita, o válido, toda expresión de esta naturaleza conlleva algo de uno mismo. Por lo tanto, el poema no tiene qué ser una obra de arte ni mucho menos. Lo que da validez a este subgénero literario reside en el contenido mismo, que a diferencia de la prosa es totalizador con menos palabras; es vigoroso con menos músculos narrativos, y es esencialmente más íntimo que ella.
Ahora, el problema no es cómo se trate a la poesía, cuando cualquiera puede ser poeta, sino que no se la puede usar como arte si no está haciendo ningún bien artístico. Las cosas del alma que uno hace poema en sí ya tienen un valor, el valor dado por el esfuerzo y la voluntad expresiva por exteriorizar algo privado. Pero el valor artístico es otra cosa. Eso ya corresponde al esfuerzo del talento.
Todo lo anterior, es expuesto a propósito del abuso vergonzoso que se ha hecho de la poesía como arte, y su manoseo estúpido y vulgar por los intérpretes más variados de la actual "onda" "musical", ambos términos separados entrecomillados, para dar una idea de los acentuada que es su erroneidad.
Las personas han degradado a nivel tan pueril la importancia del arte poético, que resulta muy grotesco que confundan hacer poesía con ser romántico; o que crean con esos absurdos de vacío mental agreste, que la poesía es para escribirle al amor.
Esta idea vana, superficial y, por ende, pobre mentalmente, es la que ha hecho a la poesía decaer de manera bárbara y brutal hasta el grado que cualquier sujeto que apenas sabe tocar cuatro notas y acentuar palabras, por el sólo hecho de recibir aplausos de un grupo de seguidores ignorantes, se dice "artista".
Lo que distingue a alguien moralmente correcto, es reconocer lo que es moralmente correcto. Si uno escribe mal, no sólo es correcto reconocer que se es malo en esas artes; sino saber reconocer por qué se es. Lo malo es que este planeta está lleno cada vez más de personas moralmente incorrectas, que al dar su "apreciación" de algo que desconocen completamente, como si se tratara de obras coleccionables de disputadísimo valor, arrastran tras de sí más ignorancia cuyo consumo cultural es incapaz de distinguir lo básico de un buen poema. Son, simplemente, vasallos del vacío mental.
La idea de las flores, el lloriqueo, las palabritas melosas, el sonsonete musical, la postura sufrida, la abnegación por la ausencia o pérdida de quien se quiere, y ese sin fin de desagradables muestras de algo que más que amor parece el set de una mala telenovela, es sólo la vulgarización más siniestra del arte, siendo la poesía usurpada por la melancolía del bruto y pisoteada por la banalidad del ignorante.
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