¿Es la inflación un impuesto?
Federico Dobri
La moneda es un signo. El conjunto de estos signos son la suma de un valor o de un grupo de ellos. Si un teléfono móvil tiene un precio de 400 pesos, su compra se salda entregando un conjunto de estos signos que sumen tal precio. Así funciona el uso de una moneda, son el referente que da sentido al valor de una cosa.
Anteriormente, la moneda tenía un valor real, el referente de su valor estaba contenido en ella: las había de oro o de plata, y por ello mismo era una seguridad tenerlas; existía una absoluta confianza en el sistema dado que cada uno de estos signos eran garantía absoluta para conseguir bienes.
Con el paso de los años, los gobernantes, en este caso los reyes y otras figuras de la monarquía, comenzaron a adulterar estas piezas para atesorar oro o plata. El mecanismo era muy simple: raspaban el metal y lo que obtenían lo acuñaban, a su vez, pasando así a formar parte del Tesoro. Las monedas, amalgamadas con metales de muy bajo valor, como el hierro, eran enviadas al público de nuevo, el cual tardaba en darse cuenta del fraude. Y cuando lo hacía entraba en lo mismo que los ciudadanos de hoy: en abierta inconformidad. Sólo que en aquellos tiempos, protestar equivalía a un brutal encierro sin derecho a réplica.
Sin embargo, como nunca falta el enterado, y en muchos casos el informado, se comenzó a establecer un sistema de pesajes y de revisiones para estimar el valor real del signo. De esta forma, los comerciantes evitaban hacerse de dinero depreciado. Así, poco a poco, las personas fueron sabiendo que sus gobernantes “degradaban” el circulante con metales de baja calidad. En pocas palabras, ellos se quedaban con una diferencia de valor, y a cambio dejaban al pueblo en poder de medios de pago devaluados, y cuya consecuencia era que cada vez compraban menos cosas con ellos.
De esta manera, fueron pasando cada vez más los años, y el mercado se llenó de monedas de cualquier tipo de valor, unas más adulteradas que otras, llegando a ser rarísimo que hubiera de oro o metal 100% (de ahí quedó la frase “vale su peso en oro”); los comerciantes, artesanos, fabricantes, servidores, vivieron una época de complejos sistemas de pesajes y arbitrios existiendo en ciertos momentos algo parecido a un caos. Había monedas cuya sospecha de ser de tan bajo valor era de tal magnitud, que resultaba extraño que se las aceptara. Y otras cuya confianza en su acuñación era tan elevada, que prácticamente todos las deseaban.
Hoy día ocurre de manera similar con nuestros gobernantes y sus acciones monetarias, la diferencia es que nuestro dinero es de papel, o bien de metales baratos y sin ningún valor económico, excepto el de su costo primario. Luego entonces, no existe respaldo real. El único respaldo que tiene nuestro sistema de medios de pago, es que estos medios nos sirvan para tener acceso a los bienes y servicios de una manera tal que se corresponda con la oferta y sus costos de producción. Es decir que como dijimos al inicio, cada signo monetario signifique parte del valor de toda la producción y el valor de esta. Si uno aumenta la cantidad de estos signos, lo que se va a producir es una inflación, ya que el aumento de la masa de moneda va a ser absorbida tarde o temprano por el mercado y este redeterminará los precios al alza. La cuestión es que, por cada punto de inflación que se aumenta, el salario se devalúa, como sucedía con las monedas de oro que cada vez tenían menos oro y se compraba menos cosas con ellas.
Sin embargo, antes los monarcas obtenían beneficios directos raspando las piezas metálicas. De esa manera provocaban que el valor del dinero cayera mientras sus arcas de llenaban de metal precioso. En pocas palabras, se quedaban con parte del ingreso de la población. Bueno, hoy día sucede lo mismo con nuestros gobernantes, sólo que ellos en lugar de “raspar” las monedas, lo que hacen es emitirlas.
¿Qué ocurre cuando aumenta la emisión de moneda; es decir, cuando existe un circulante inorgánico? Lo que sucede es que el Estado se queda con ese diferencial que emite, y el público se queda con la devaluación que significa esa diferencia. Por ejemplo: si el mercado de zapatos mantiene una relación de 1 par por 10 pesos, esa relación de medio de cambio va a ser el referente. Pero si una acción inflacionaria cambia la misma a 1 par por 12 pesos, por medio de un aumento de la emisión, esos 2 pesos se los queda el Estado, y los pierde el ciudadano. Como el ciudadano no gana para pagar el par a 12 pesos, deberá desembolsar 2 pesos más de su sueldo, y sacrificar por otro lado su consumo: comprará menos, o de menor calidad, y a final de cuentas su poder adquisitivo se depreciará. Tal y como acontecía cuando los reyes rebajaban el valor de la moneda.
La forma en la que el Estado se hace de más dinero, sin que el ciudadano se dé cuenta a tiempo, es incrementando la masa monetaria. ¿Cómo lo hace? Con deuda: emite bonos o documentos pagaderos que el Banco Central le compra. De esta manera, la inyección de dinero que va al sistema pasa primero por el Tesoro gubernamental y de ahí se distribuye. Al cabo de un tiempo, esta masa creará un aumento de precios cuando los comerciantes, así como sucedió con los comerciantes de siglos pasados, se den cuenta de que sus productos se están comprando con medios de pago que no se corresponden con los costos reales, es decir, van sin respaldo. Y subirán los precios. El resultado: la pérdida de poder adquisitivo.
Como esta acción no tiene efectos inmediatos, los gobiernos la llevan adelante sin muchos problemas. Los problemas se presentan después, cuando se hacen sentir los aumentos de la base monetaria. Pero para entonces, ya el gasto estará ejercido como los gobernantes deseaban, apropiándose de parte de la riqueza del ciudadano. De esta manera, se pueden hacer de ingresos sin necesidad de subir los impuestos directos. Es por esto que esta clase de inflación es de hecho un impuesto: un impuesto silencioso, oculto, encubierto e indirecto. Pero un impuesto. A este tipo de impuesto estatal se lo llama: “el impuesto de los pobres” o “de los tontos”.
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