viernes, 9 de noviembre de 2012

"Los pobres cosechan lo que los intelectuales siembran"

Theodore Dalrymple (1949-     )




Amor repartido
¿Cómo es el sistema de votación en EE.UU.?


Imagen de las elecciones en California para presidente de los Estados Unidos, el pasado martes 6 de noviembre.

En muchas ocasiones, las personas preguntan cómo eligen a su presidente los estadounidenses (personas no estadounidenses, obvio). Gran parte de estas personas dicen o reconocen no entender ni una sopapa de lo  que pasa. ¿Es complicado? En México o Argentina, el día de las elecciones se sale rumbo a la casilla con la identificación oficial (DNI en el caso de países como Argentina), se recibe una boleta tras verificar que se está en la lista de electores, se acude a un espacio privado y silencioso (bueno, en algunos casos es así, en otros parece un mercado), y se emite el voto. Fácil, conciso, terminante.

¿Es así en los Estados Unidos?

La respuesta es sí y no. Los norteamericanos sí votan, en efecto, por un candidato, pero el método electoral es diferente al mexicano o al argentino: ellos votan por jurisdicción electoral para decidir por el programa de gobierno que les interesa, pero la sumatoria de los votos no se acumula al total de los votos que se van dando en la jornada como sucede en latinoamérica; en el caso de los EE.UU. el candidato que obtiene más votos se queda con un total de puntos representados por un número igual de figuras electorales llamados compromisarios. En este caso, el total de todos ellos es de 538, uno por cada determinado número de electores, según el tamaño de la población del Estado al que representan ante el Colegio Electoral. Por eso, la democracia norteamericana es de tipo indirecto.

Para tener más claro el proceso, supongamos el caso de California e Indiana. California es una entidad con 38 millones de habitantes; e Indiana, de 6 millones. En cuantos a sus votantes, California tiene registrados 18 millones 200 mil electores populares; e Indiana sólamente 3 millones. Esto se ve reflejado en el número de representantes electorales por Estado; a California le corresponden 55 y a Indiana 11. Cuando las personas acuden a las urnas a emitir su voto, el candidato que se lleva la mayoría de estos, se lleva, a su vez, todos los puntos mencionados. Esto se aplica en el resto de las entidades, de tal forma que gana quien al final de la jornada ha obtenido 269 votos compromisarios o electorales, más uno, es decir: 270. A diferencia de México, donde se hace una sumatoria agregada durante todo el ejercicio hasta ver quién recibió más votos individuales. Lo que quiere decir que la mexicana y la argentina, son democracias directas.

A propósito de California e Indiana, Barack Obama ganó California, y Mitt Romney, Indiana.

Para tener una idea más amplia y general, se invita a visitar el siguiente enlace:







Otra imagen de las protestas de ayer en la noche, en Buenos Aires, Argentina, contra el "modelo" de Cristina Fernández.



Protesta masiva en Buenos Aires, llamada 8N por los convocantes. Partió del Obelisco, a las 8 de la noche, y pronto integró a varias columnas que toparon en la Casa Rosada. Los reclamos: inseguridad (en Buenos Aires los crímenes no son sólo numerosos, sino crueles, las víctimas son robadas y asesinadas sin razón); inflación (el país tiene la segunda tasa de inflación más alta, sólo superada por Venezuela); corrupción generalizada de los funcionarios cercanos a Cristina Fernández (la riqueza de funcionarios cercanos a Cristina Fernández, y ella misma, ha entre el 400% y el 800% en apenas 6 años, sin mejor explicación); manipulación de los Medios (el gobierno de Cristina Fernández ha cooptado voluntades, y usando testaferros, con dinero público comprado cadenas de TV y Radio para que se diga lo que ella quiere y por quien ella quiere. A Clarín y a La Nación se los vive amenazándolos y menospreciándolos); control de moneda (la negativa de dar dólares ha llevado al argentino a molestarse aún más, pues lo ven como un atropello a sus derechos. Está haciendo lo mismo que en 2001 la misma Cristina Fernández y muchos de sus abyectos le reclamaron en su momento al gobierno de Fernando de la Rúa). Este y otros reclamos, ayer en la noche fueron expuestos por más de un millón de manifestantes. Como siempre, la señora Fernández, los menospreció.

Cristina: “Ayer ocurrió algo muy importante, el congreso del Partido Comunista chino”

Cristina: “Ayer ocurrió algo muy importante, el congreso del Partido Comunista chino”

No entiende, la mujer no entiende, no quiere entender, vive negada, fanfarrona, soberbia, necia. A pesar de que le marcharon por Buenos Aires y varias ciudades importantes del país, más de un millón de personas; y que a su misma residencia le fueron a gritar consignas más de 30 mil manifestantes que no toleran sus actitudes ni su ausente administración pública, la mujer insiste en que no pasa nada, que ella es genial, que su gobierno va de 10 y que todos los que marcharon están pagados.

¿Cómo puede hablarse de democracia y de justicia cuando quien debería ser el que ponga el ejemplo, es quien es más necio y caradura? ¿Adónde va a llegar este gobierno? Todo indica que la intención de esta pandilla de corruptos es eternizarse en el poder hasta que no dé más el cuerpo de todos ellos y pongan a los hijos; y así hacer realidad el sueño de todo soberbio y ególatra: tener su propio imperio. Lo que esta gente aún no termina de entender, es que afortunadamente los argentinos tienen una herencia cultural y un bagaje distinto de conocimiento político que no los hace destinados a ser siervos de ningún régimen, por demente que parezca.

Cada quien cosecha lo que siembra; cada quien recibe las chances para cambiar, para bien; a todos le dan oportunidad para modificar el rumbo de vida. Es otra característica de los necios: cuando se les cae encima toda la estructura, podrida por los que ya están podridos de soportarlos, su caída es tan rápida y vergonzosa que terminan dando lástima.

Finalmente, México elimina el visado a colombianos y peruanos

Desde los años ´90, en que se acrecientan los tratados de integración en América Latina, una de las solicitudes que se mantuvo fue sobre el libre tránsito de personas de un país a otro.

México y otras naciones se negaron a ciertos visados desde hace décadas, por razones socioeconómicas. Dos de estas naciones afectadas por la medida mexicana, lo eran Perú y Colombia. 

Las naciones que por "tradición" podían entrar en México, sin visa, eran Argentina, Chile y Brasil; jamás se incluyó al resto de las naciones andinas ni del mar Caribe. Este es un avance no sólo en el rubro de las relaciones exteriores, sino que es un paso fundamental en la confianza de los tres pueblos, terminando por fin décadas de desconfianza social y económica y de alejamiento con ambas naciones.
Obama y un triunfo marcado por la tendencia de la historia

La aplastante victoria de Barack Obama no fue fortuita; llegó a la Casa Blanca nuevamente por dos aspectos, uno eminentemente político, y otro eminentemente económico. Y ambos no fueron concienzudamente analizados por los votantes, sino se catalogarían dentro del esquema de "consciencia colectiva".

Primero, los fatales errores de Witt Romney que no parecieron mostrar que pertenezca a un modelo de pensamiento actualizado. El republicano, con mucha experiencia política y laboral, cometió uno de las torpezas más graves de un político: vivir fuera de tiempo. Alejado de la nueva era.

Le agrade o no a Romney, la vieja composición norteamericana promedio, blanca, conservadora, protestante, ciertamente discriminatoria y de temor compulsivo a lo externo, no existe más. Hace ya varios años EE.UU. está integrado en un 54% por el conjunto de las minorías latinoamericana, asiática y afroamericana; y las religiones de sus naciones de origen, sus costumbres, cosmovisión, han hecho de la nación más fuerte de la Tierra una nueva nación.

Romney usó un segundo discurso acartonado, invariable, inmodificable; en pocas palabras, pobre mentalmente para las necesidades de un país que ya es un país multidiverso. En pocas palabras, en un país que ya no tiene como prioridad gobernar como blanco para los blancos. Error terrible de Mitt Romney el haber parecido más un ejecutor de viejas políticas, que la esperanza de ser lo suficientemente cambiante, como para evitar quedar en el fango de la necedad.

Esto, en el aspecto político. En el económico se mostró la tendencia general que se ha venido dando en diversas partes del mundo, desde la severa crisis de 2008: la contraciclización de las medidas financieras y monetarias; es decir, se le dio la espalda por completo a las tesis neoclásicas que desde los años ´80 dominaron el panorama internacional.

Desde que en 1995, 1997 y 2001 quedara demostrada la insuficiencia a nivel global del neoliberalismo a la americana, el nuevo desgarre mundial del año 2008, que curiosamente tuvo su error en políticas laxas, contrario a lo estipulado por el neoliberalismo, llevó a que este último quedará del todo estigmatizado y pagó conjuntamente los platos rotos junto con las absurdeces fiscales de la FED. De tal manera que de 2008 a la fecha la política central económica del Estado pareció regresar a su viejo amor: Keynes. Es decir, se volvió a dar al Estado la confianza en que corrija los famosos "fallos del mercado", a la típica usanza del Gasto Público. Y esto es justamente lo que el partido Demócrata de Barack Obama ha mantenido a lo largo de la historia como política de Estado; justamente la manera de hacer economía que mejor les ha resultado a la vista de los votantes.

Así, los que votaron a Obama le fieron un voto de confianza al partido progresista por tradición, antiliberal y con rasgos más inclusivos a fuerza y a costa de recalentar las finanzas públicas. Algo raro que hubiera sido aceptado por los norteamericanos, quienes atraviesan una de las peores crisis fiscales desde los años ´70.

Sin embargo, parece que es peor la percepción que tienen de la economía neoclásica, a la que tal parece no se la quieren volver a encontrar en mucho tiempo. Después de todo, el votante no es economista; es simple y llanamente una voz que expresa como siente que le fue con en determinada época, y no tiene la particularidad de hacer del voto un análisis de variables. Sólo estima por medio del sufragio un estado de "consciencia colectiva" que justifica que no se siente seguro con los conservadores; que prefieren que su Estado haga más invirtiendo más, con lo que eso ocasione al Tesoro, que lo haga llevando al mundo, y al suyo más que a nada, a un nuevo colapso. Esa es su percepción. El error de Romney fue no haber hecho nada por tratar de cambiarla.


En el enlace podrán ver cómo quedó el mapa electoral este pasado martes 6 de este mes.




Promises, de Buzzcock, una canción manifestante del sentimiento punk en su punto elevado; arreglos sencillos y firmes sostenidos por la cadencia de Steve Diggle y la acompasada voz de Peter Shelley. No había complicación; era el simple feeling; la postura pop se vuelve una variante generalizada.

Promises. Love Bites. 1978. United Artist Records.

martes, 6 de noviembre de 2012


The Cars. Double Life. Candy-O. 1979. Elektra records.



Como persona, Einstein era de carácter afable, cuentan sus críticos. Ahora, como personaje, dicen que era imperdible: una de sus anécdotas más famosas es la de él y el chofer del vehículo que lo llevaría a un importante conferencia sobre física atómica.

En el camino, Einstein le explicaba al chofer que le resultaba aburrido dar tantas conferencias. Este, a modo de broma, le propuso entonces ser chofer por un día, y él sería Einstein, para lo cual llegarían a la plática invirtiendo papeles.

Señalemos que para esos días poco sabían quién era Einstein, no era el que todos reconocen ahora en las fotos: avejentado, con el cabello alborotado y vestido con esos suéteres nerd.

Al llegar al sitio, Einstein se situó a un lado del estrado. Ante la primera pregunta, como el chofer no entendía en lo más mínimo lo que le estaban preguntando, se dirigió a quien la realizó, de esta manera:

- La pregunta que usted me acaba de hacer, es tan fácil, que dejaré que se la responda mi chofer, aquí al lado mío-

Obviamente, Einstein se rió.



Se preparan para aprobar la combativa Reforma Laboral en México


La Cámara de Diputados se apresta a darle vida a la nueva Reforma Laboral de México, este sábado 10 de noviembre, tras una serie de discusiones y enfrentamientos entre las facciones de izquierda y la percudida alianza del PRI y PAN, que han durado casi cuatro.

Realmente la reforma es uno de varios acuerdos que el gobierno del PAN estableció con el PRI como paquete transicional del cambio de poder; seguramente como un esquema de rara alianza estratégica que se dispondría a convertir en la vía dual de democracia alternativa a la mexicana.

Como sea, es notorio que dicho documento es un avance claro que busca romper con la inercia de los sindicatos, a la luz de una sociedad que cada vez más los está viendo más como estorbosos que como beneficiosos. Claro que los sindicatos no pretenden dejarse infiltrar, sobre todo si los dirigentes serían los más afectados. Y la respuesta no se hizo esperar cuando el mes pasado Elba Esther Gordillo y Carlos Romero Deschamps, fueron reelegidos "milagrosamente" para sendos períodos de 6 años más al frente de la SNTE (el poderoso gremio docente) y PEMEX (la principal industria nacional y gubernamental). En el colmo de su descaro y prepotencia, la señora Gordillo se "obligó" a hacerse llamar Consejera Suprema. 

Los alcances de la reforma, en relación con la democratización, flexibilidad y legalidad factual del sindicalismo, tendrán relación directa con el verdadero valor e interés que tengan los nuevos dirigentes del país; por lo cual desde ahora se anticipa un rotundo fracaso.

Lo triste de México, en este caso, es que no sólo es un país mediocre como Democracia, sino que son sus propios entes los que lo atormentan: los sindicatos más poderosos, más irresponsables y más indisciplinados del país no son ni siquiera privados, como se esperaría que fueran: son justamente sindicatos de trabajadores del gobierno. Qué patético.


Lo que se sospechaba sucedería: menores de 18 años podrán votar en Argentina


11 horas duró la discusión (más bien pleito) entre la oposición y los diputados oficialistas, todos ellos ya en calidad de abyectos del régimen de Cristina Fernández, para que se diera punto final a la opción de voto para argentinos menores de 18 años y mayores de 15. Al final, los jóvenes tendrán derecho a elegir en las urnas a su "siguiente" mandatario. La propuesta oficialista, que se venía gestando como una mancha sospechosa desde mediados de año, se abrió paso ante la indignación de los argentinos que no están de acuerdo con la medida.

Y no están de acuerdo no por retrógrados ni cerrados, ni fascistas, en el peor de los casos, como los acusa el "progresismo" oficial, al servicio del corrupto gobierno de Cristina Fernández, sino porque en el fondo se conoce la causa a la que obedece esta Ley fast track que fue prácticamente impuesta por el método del montón y no por el diálogo democrático.

Al gobierno de Fernández le urge, cuanto antes, aumentar su número de votantes cautivos y manipulables, en vista de su objetivo más próximo y más desagradable de todos: la re re elección, o bien la caradurez de la perpetuación en el poder. 

1 millón 380 mil jóvenes fueron habilitados para votar, gracias a esta ley. De los cuales, el 90% no trabaja y se duda de la cantidad real que estudia, donde voces "pesimistas" alegan que no son pocos.

El pretexto oficial es que ellos ya saben por qué votar y su importancia personal. La sospecha de los que no son oficialistas ni abyectos ni entregados al gobierno cada vez más criticado de Fernández de Kirchner, es que pronto habrá, de la noche a la mañana, empleo de recursos públicos, sumados a los que ya existen, para "apoyar" a este sector juvenil de la república, en claro aprecio por su condición de "incomprendidos" históricos de la sociedad. Al final, todo se va a traducir en que la intención gubernamental es la misma que la esencia del peronismo: inculcar en el votante la gratitud al régimen, como si las autoridades del mismo pagaran de su bolsillo lo que se gasta en la población subsidiada.

Pero lo que indigna más es la burla descarada del oficialismo, al argumentar que los menores tienen derecho a votar porque son capaces ya de discernir políticamente por qué deben hacerlo, y sus alcances morales. Pero no son capaces de discernir cuando roban y matan a quienes asaltan, pues curiosamente en ese aspecto la Ley es muy clara: todo menor de 18 años es inimputable de crímenes a mano armada, pues no son aún capaces de entender lo que hicieron. Es decir que Argentina es un país donde la edad y la acción moral son de dos planetas distintos; por un lado soy capaz de pensar, pero por otro no. O bien, que mi cerebro para votar es maduro (sobre todo si es para votar por Cristina Fernández), pero para robar o delinquir, no (sobre todo si al que afectan con la pérdida de patrimonio y vidas, es a la ciudadanía). Hermoso esbozo de la justicia, ¿no? Y así nos va.


Parodia musical versión hip hop de los dos economistas que propusieron en su momento las vías alternativas de dirigir la economía; Friedrich von Hayek, de la escuela austriaca, y John Maynard Keynes, que dio origen a una escuela propia, de fuerte intervención gubernamental en la economía. La parodia es divertida.
Los bemoles laborales del libre mercado, praxis o dogma

  • Los trabajadores inmigrantes en Estados Unidos y el fuego cruzado neoliberal.

Tras el final de la II Guerra Mundial, los EE.UU. se convirtieron en el primer productor del mundo y su banquero. Su crecimiento estuvo ligado a la destrucción de inmensas zonas geográficas; pero por tratarse del único país "grande" que salió "ileso" en términos económicos de la contienda, hubo una expansión económica renovada que no se detuvo hasta 1970.

Los primeros mexicanos que se mudaron para allá para tener mejores condiciones de vida; es decir, ese era su motivo, lo hicieron en los años tempranos de 1940, cuando la nación más rica de la Tierra comenzó a requerir mano de obra que afrontará las necesidades laborales que el país no podía. La misma historia, pero con otras causas (se trató de acuerdos de migración legal, firmados en 1942 entre ambos países).

Ahora bien, nadie duda que EE.UU. es una nación con enorme potencial e inundada de abundantes recursos; pero lo que la hace que crezca continuamente es un juego de poleas que le juegan a favor y en contra: por un lado, su práctica armamentista, y por otro su administración de deuda pública. Todo este gasto se destina a alimentar negocios e ingresos a un vastísimo sector económico, en los que están incluidos el campo y los servicios. Ambos, los sectores tradicionales en los que encontró acomodo el inmigrante mexicano.

Actualmente se calcula que el total de latinoamericanos en los Estados Unidos, es de casi 60 millones (legales y no legales), las 3/4 partes de ellos son mexicanos. Y para comprender mejor la magnitud del evento, para 1990, hace apenas 22 años, esta cifra era de sólo 18 millones. Yéndonos más atrás, en 1920, sólo había 500 mil. 

La inmigración ilegal, o de carácter subsistencial comenzó a manifestarse con fuerza a partir de los años ´80; compuesta especialmente por un nuevo tipo de trabajador: el de las zonas rurales más pobres. Es decir, entre 1960 y 1970, la composición del emigrante promedio era norteña, el 90% de los trabajadores en EE.UU, provenientes de México, era fronteriza. Esta situación cambió de manera paulatina y dramática a partir de entonces y los contingentes cada vez mayores (se estima que entre 1980 y el año 2010 cruzaron la frontera entre 700 mil y 900 mil mexicanos) se convirtió en un asunto de Estado para la Primera Potencia.

Este comportamiento migratorio no arroja nada extraño si se analiza el mismo en la historia mundial, desde los bárbaros hasta los chinos, el ser humano, por razones de existencia, siempre busca un sitio donde pueda al menos comer bien y vivir mejor. Para esos años, las diferencias entre México y EE.UU. no podían ser tan grandes en sentido económico. La Unión Americana producía 2 billones de dólares y registró un crecimiento anual del 30%, y México, en cambio, raspó apenas los 130 mil millones y perdió un 10% de su PIB. La conducta del migrante, por tanto, se vuelve pertinente ante estos rasgos.

Ahora bien, para los productores norteamericanos la ganancia que ofrece hacerse de trabajadores masivos sin documentos legales resulta una especie de bazar económico. No sólo aumenta cada vez más la oferta sino que los oferentes no se hallan en posición de reclamar nada, por lo tanto el costo de producción se mantiene inalterado a lo largo del tiempo y si ocurriera algún suceso de índole depresiva en las finanzas nacionales, acometer el problema despidiendo o rebajando salarios no afecta a los dueños de las empresas, su rango de ganancias netas es tan amplia a su favor históricamente, que prescindir de parte de sus trabajadores no los matará de hambre; aunque a quien necesita el trabajo sí lo hará.

Se estima que con base en esta demanda laboral masiva desde los años ´80, pudo financiarse el crecimiento exuberante y explosivo de California en una década. Bueno, es errónea esta afirmación, recompongamos: se estima que con base en esta demanda laboral masiva, sin derechos y sin salarios dignos... pudo financiarse el crecimiento exuberante y explosivo de California en una década.

La historia de California es distinta a la del resto de EE.UU., lo mismo que entre todos los Estados de la Costa Oeste, en relación con los demás, por la simple y sencilla razón que estas zonas de crecimiento no pertenecían al área comercial del que sería el país más poderoso del mundo. Primero, California le fue arrebatada a México hasta 1848, lo cual la coloca como una entidad atrasada en términos de integración. Por esta razón, el crecimiento del estado californiano siempre dependió de inmigrantes que tuvieron que atravesar miles de kilómetros, desde los puertos atlánticos, hasta la pequeñas y polvorientas ciudades de San Francisco o San Diego, ex villas fundadas por frailes novohispanos. Esto significa que la infraestructura original, social y económica, era mexicana. La Historia no deja excepciones libres. Desde sus inicios como Estado de la Unión Americana, California nació ligada a México.

La cifra actual de mexicanos y descendientes de mexicanos en esa parte de los Estados Unidos, es avasalladora: 12 millones de estos radican ahí: 1 de cada 3 californianos son del país vecino. Los mexicanos en EE.UU. son los italianos de Argentina en la década de 1920. La diferencia es que Argentina buscó su integración y las autoridades norteamericanas (la mayor parte de ellos), han buscado la forma de evitar esto con los mexicanos. La pregunta es ¿cuál es el problema?

¿Es económico? Desde el punto de vista fiscal, tal vez; desde el punto de vista financiero, no; desde el punto de vista empresarial, mucho menos. Desde el punto de vista sindical, sí pero no.

Expliquemos brevemente el caso de California, porque es por tradición el lugar adonde los mexicanos se dirigen en su escape a los Estados Unidos, amén de que ahora ya están casi en todas partes.

Durante los años ´80 se formó una polémica de tono creciente entre el ala conservadora y el ala política progresista de Norteamérica: unos estimaban que los mexicanos eran una amenaza al trabajo local, ya que quitaban oportunidades laborales a los norteamericanos. El discurso conservador residía en el hecho de que el desempleo en esas épocas les parecía preocupante, y que no podía determinarse un reacomodo de factores si los mexicanos abarataban tanto el precio al ser indocumentados. Pero por otro lado, tampoco deseaban legalizarlos, porque si los legalizaban implicaría tener qué hacerse cargo de ellos otorgándoles servicios de salud y educación (entre otros). Esta postura, cercana a la escuela neoclásica, se mantiene hasta estos días de manera categórica.

Los sindicalistas, por su parte, reclaman que los mexicanos desplazan a los trabajadores de su país, al trabajar bajo condiciones que no les permiten competir en términos de oferta, por lo cual los contratantes de inmigrantes incurren en una suerte de "dumping" laboral, y reclaman que estos trabajadores extranjeros sean controlados, de tal forma que se les dé oportunidad a los nacionales como debe ser, como indican las leyes.

Los progresistas, por su parte, indican que a los trabajadores inmigrantes, no importando su condición legal, no se los puede marginar de los servicios básicos, como la salud, por cuestiones humanitarias, puesto que ellos lo que están haciendo es productivo y de interés nacional. Y que no es verdad que causen distorsiones en el sector del mercado laboral, al grado que argumentan los sindicalistas.

Sin embargo, las cosas se vuelven entre llenas de curiosidad e inquietantes cuando se analiza a fondo tanto la condición del migrante mexicano como lo que le produce a la economía norteamericana, a favor y en contra. Y es en estos puntos donde tanto los economistas neoclásicos como los socialdemócratas no se ponen de acuerdo.

California produce hoy día al año, casi 2 billones de dólares; es decir, el 15% del PNB de los Estados Unidos. Los sectores dominantes son las industrias del entretenimiento, el turismo, la producción de tecnología informática y la minería y agricultura. Esta última, a pesar de la idea generalizada que hay México, sólo produce el 3% del total de la entidad. 

California podría ser, si fuera necesario, un país sin problemas, por sí misma. Y de toda su fuerza laboral, la 1/5 parte es mexicana. Una fuerza laboral que no está dedicada a la agricultura, como era normal entre 1970 y 1990, sino que se ha redistribuido a más ocupaciones, básicamente en el área de los servicios. Y prácticamente todos, trabajadores en labores de bajo nivel estructural.

En este nivel queda respondida una de las grandes mentiras de los grupos estadounidenses, la que indica que los mexicanos les quitan el trabajo a los que quieren trabajar nacidos ahí. Lo que es un argumento completamente falso. Los mismos economistas neoclásicos, como Milton Friedman, aseguraron y lo siguen haciendo, que la demanda laboral de Estados Unidos de América, a excepción de tiempos de crisis, no ha dejado de aumentar, debido a que el crecimiento natural del producto bruto va en ascenso. Es decir, la inflación aún no ha mermado el segmento del crecimiento. Por lo tanto, la mano de obra mexicana se puede absorber sin complicaciones y nadie queda parado. Los sindicalistas en este aspecto, no tienen razones sólidas para rechazar al migrante.

Lo que sí es asunto de púas, en la discusión fiscal, que es en sí el meollo de todo esto. Mientras que los demócratas quieren sostener la salud y la educación abierta y subsidiada para los sectores desprotegidos, como los inmigrantes, y abrir la posibilidad de una reforma laboral incluyente (no del todo, pero sí más real con los tiempos), los conservadores, básicamente los monetaristas, se oponen totalmente a ello. El Estado debe renunciar a ese gasto; esa cuota de servicios puede ser prestada sin problemas por las instituciones privadas, explican. 

Así es, para los liberales norteamericanos, el trabajador mexicano, a razón, inmigrante, tiene derecho a trabajar, sí; porque el trabajo no se le debe negar a nadie, pero no tiene derecho a recibir servicios públicos básicos del Estado. Es decir, ni él ni ningún trabajador; según su razonamiento, porque la acción individual llevará a los trabajadores a elegir ellos mismos su atención, la mejor que les convenga, por lo cual el mercado se encargará de acomodar las mejores ofertas, puesto que las empresas de servicios básicos, entre otras, se pelearán por recibir esos "jugosos" beneficios que les otorgarán estos trabajadores al contratarlas.

Esto implica, como mencionábamos, no reconocer su legalidad, o lo que es lo mismo, mantenerlos "en negro" como obreros y empleados, para que el Estado no sume más gastos atendiéndolos, y fundamentalmente para que los dueños de las empresas y establecimientos donde trabajan no reduzcan su tasa de ganancia o bien incrementen los precios a función de costos.

Los más progresistas rechazan la idea de tenerlos aún en condiciones de retraso adquisitivo y de atención. Volviendo a California, el Estado ocupa un alto indice de ingresos per cápita; pero si uno observa la diferencia de ingresos por año entre el ciudadano de mejor ingreso y el de peor ingreso, hay una clara desigualdad: en promedio, el nivel de poder adquisitivo más alto ronda los 92 mil dólares; el más bajo, los 5 mil dólares. Abrumador. El 85% de estos últimos, son afroamericanos y latinoamericanos. Por lo cual, no está tan "jalado de los pelos" la postura indignada de los socialdemócratas estadounidenses. Y por lo cual no es de extrañarse que gran parte del  apoyo electoral de los mexicanos y sus descendientes sea de manifiesta simpatía por la causa demócrata.

La cuestión radica entonces en una visión de costos: la del costo empresarial contra el costo social. La visión neoclásica pierde de vista que legalizarlos engendraría un costo adicional público, pero resultaría beneficioso a la larga de igual manera en el terreno fiscal. Es decir, lo que por un lado "pagaría" el Estado por cada nuevo inmigrante legalizado en números hacendarios, los ganaría por la vía impositiva. De igual manera, la legalización de los mexicanos permitirían el "blanqueo" de una buena cantidad de dólares y mejoraría la salud y la educación de su fuerza laboral, algo que permite el aumento de la riqueza. ¿En dónde radica la terquedad de no hacerlo? Ahora que, no debemos olvidar que los servicios de salud y educación, según su visión, funcionarían mejor de manera privada. Este criterio, como vimos, incluye tanto a los empleados norteamericanos como a los extranjeros. Si es así, tampoco entraría en colación justificación alguna para no legalizar a los inmigrantes de México, al fin y al cabo serían parte del libre mercado también.

El costo que sufriría el empresario en términos de utilidad, ciertamente se vería afectado al tener que dar cuentas claras al fisco y tener que aumentar los salarios a los empleados extranjeros, amén de contribuir con las cuotas y regalías históricas para la Hacienda gubernamental. Nada que EE.UU. no pueda afrontar. De hecho se trata de una cuestión estructural: gran parte de los trabajadores mexicanos está inserto en pequeños comercios o sembradíos de frutas y hortalizas, ni siquiera puede hablarse que afecte a las grandes cuentas nacionales otorgarles permisos de trabajo. Pero su número es tan grande en términos demográficos, que la sola legalización  produciría una "pérdida" de ganancias anual a los contratantes que los tienen "en negro". Pero, ¿realmente sería tan grave esa pérdida? La verdad es que se duda de esto. Es decir, se supone que la tasa de ganancia marginal que dejaría un empleado no legal, basta para cubrir el costo normal que ya de entrada tiene una expectativa excedentaria. O lo que es lo mismo, lo que sucede es que muchos de los empresarios y dueños de las empresas o establecimientos donde trabajan los ilegales, se sienten cómodos ganando más y pagando menos, aunque sea a costa de pagar por debajo de lo justo un trabajo que debería, en términos "humanitarios", ser mucho mayor. Esto se traduce entonces, en que se trata de mezquindad.

Para tener una conclusión lo más indicativa posible: libre mercado y comportamiento de consumo son cosas distintas a legalidad laboral y carga fiscal; que se crucen en el camino y se mezclen es distinto pues no dejan de ser parte de variables económicas, pero en términos laborales, EE.UU. sí puede absorber la mano de obra mexicana laboral, sin problemas. De hecho en cuestión fiscal no habría mayor impacto. Es peor el impacto que genera, hablando de finanzas, tener a los inmigrantes con sus familias, sin papeles, si al fin y al cabo usarán las escuelas y los servicios de salud de una manera u otra, con el costo constante como hasta ahora, que "blanquearlos" y hacerlos sujetos de carga impositiva. Esto es, que EE.UU. ganaría contribuyentes. Por otra parte, los empleadores de mano de obra mexicana, también podrían tenerlos legalizados, sin mayores problemas para sus beneficios. Lo que sucede es que se trata de una cuestión mezquina en el sentido de sus finanzas, al creer que no vale la pena hacerlo si tendrán pérdidas, cuando saben perfectamente que no tienen mano de obra al alcance que ocupe sus lugares. Es decir, si el Estado legalizara a los inmigrantes, los empleadores reaccionaría despidiendo a los trabajadores indocumentados, pero finalmente el mismo mercado les indicaría que no pueden prescindir de ellos, y tendrían que plegarse a la realidad.

La cuestión, entonces, es: ¿Por qué realmente las autoridades de Estados Unidos niegan esto? ¿Por qué evitan legalizar a los mexicanos? ¿Se trata de algo más que economía pública y finanzas empresariales?