jueves, 22 de noviembre de 2012


En este Día Internacional del Músico, qué mejor pieza que una de los Beatles, fundados justamente un 22 de noviembre (1960). Something es una canción de George Harrison que fue un éxito comercial del álbum Abbey Road de 1969; se trata de una pieza armónica, sensible y líricamente embellecida por el tono tanto vocálico como poético que le da la letra escrita por Harrison en un momento claro de amplia emocionalidad.

Something. Abbey Road, 1969. Apple Records.
"El liberalismo es la suprema generosidad: Es el derecho que la mayoría otorga a la minoría aunque ese enemigo sea débil."

José Ortega y Gasset (1883-1955)



Los ciclos económicos deben ser naturales

... ajustados a la realidad existente entre el costo de oportunidad, el ahorro y la posibilidad laboral del entorno. El grave problema de la época contemporánea radica en que los mismos creadores de las teorías económica son los cómplices de las crisis, y a que no deja de ser una relación de beneficios entre grupos de ´poder e interés y el gobierno, que hace de los contribuyentes su negocio personal.

Los ciclos económicos de hecho tendrían que ser de naturaleza orgánica e inalterada, cada vez que se termine el ciclo este debe comenzar con nuevos fondos, herramientas, bienes y trabajo sin que este final provenga de "burbujas" financieras puesto que el capitalismo financiero no es economía real, simplemente se trata de un juego constante de futuros y otras opciones que tienen como respaldo una cierta cantidad de riqueza que se desdice con el tamaño e implicación de las obligaciones y compromisos que extiende. Situación que es a todas luces irracional, pero no para no todos: unos pocos se benefician de esta feria de papeles que siempre acaba arruinando el esfuerzo de millones de personas que por su parte sí han creado riqueza.

El ahorro debe respaldar los proyectos de inversión en todas sus formas. De tal manera, cada cantidad de dinero solicitada se contraprestará con la cantidad de bienes ofrecidos; lo cual a su vez estará en armonía con una demanda sana y coherente con el contenido de base monetaria en el sistema. La maquinaria de la producción siempre que las elecciones del productor sean lo más autónomas posibles, sin injerencia estatal ni regulaciones del Banco Central, por ejemplo, tenderá a ofrecer lo que justamente esté siendo requerido. El comportamiento de un productor no puede ir en sentido contrario al de un consumidor de bienes. Así, el productor usará esa parte de la renta social en inversiones de beneficio común sin mal emplear el dinero, los recursos y el tiempo de la plataforma laboral.

Caso distinto cuando el dinero es mandado de manera masiva al mercado sin ninguna clase de riqueza real que lo preceda; esto sólo tendrá como consecuencia, por un lado que a la larga la tasa de interés se corrija afectando enorme y disparatadamente a los tomadores de dinero que quedaran atrapados en ese bazar de moneda barata temporal. Y no arrastra esta situación únicamente a los deudores, incluso al aparato productivo cuando este, azuzado por la velocidad y baratura de la mercancía monetaria la consume en cada vez más irreales proyectos cuya demanda no tiene ninguna base confiable dado que es una oferta artificial la que se ha desarrollado. El dispendio de dinero, basado en la creación ficticia de valor sólo originará en el sistema de producción una locura de malas decisiones. Por otro lado, momentáneamente la situación del asalariado se verá aliviada, pues al principio la inyección de moneda no se ha infiltrado aún en el cuerpo pleno de la economía; pero cuando suceda vendrá el desborde por el cual no sólo bajarán los salarios reales sino incluso cada margen de capital en el sistema atolondrará a la producción en el mismo tenor, pero correlativamente decreciente.

Amén de todo esto, la baja tasa de interés, para nada sobria ni real, afectará el destino del capital motivando un acelerado crecimiento del sector financiero que pasado el tiempo absorberá una gigantesca masa de dinero documental, misma que se devorará a sí misma al chocar contra el hecho de que nadie estará ahorrando, todos comprando y nadie invirtiendo tampoco. De esta forma, el mercado a la keynesiana lleva su propio veneno en su aplicación.

Todo esto puede ahorrarse completamente si el Estado y su alianza con los Bancos Centrales y grupos de poder específicos, fueran controlados efectivamente, primero quitándoles su poder de manipulación: a uno, de poder gerencial; a otro, de poder monetario, y al último, de poder político. Y dejar en manos del capitalista las decisiones reales y aplicables. La diferencia entre el Estado y los capitalistas, en términos de políticas es muy escasa; bueno, así es como debería ser: ambos buscan alcanzar objetivos con determinados medios; es decir, ambos necesitan de capítal para llegar a su finalidad. El Estado produce bienes públicos, y el empresario bienes de consumo para los particulares; y ambos cobran por ellos. Lo que hace el Estado, es hacer política con su oferta; lo que hace el empresario, es simplemente hacer más riqueza personal. Pero ambos son sumamente parecidos.

Lo anterior quiere decir que el Estado no necesita ser un entrometido en los asuntos económicos, y mucho menos un financista o capitalista directo; ya que todo lo que hace tiene un costo, igual que el de cualquier empresa. Y si tiene costos y cobra (por vía impositiva) lo que produce, ¿Por qué no dejarle a la empresa privada parte de sus actividades? ¿Por qué tiene que intervenir en la economía? Lo que produce su intervención son las crisis económicas y financieras conocidas por todos, bajo la forma de ciclos económicos que no deberían ser siempre así.

Si, por ejemplo, las oficinas de Catastro fueran privatizadas, aumentaría la eficiencia, la eficacia y los casos de corrupción disminuirían a niveles asombrosos. Los empleados que estuvieran en el medio serían mucho más responsables, capaces y competitivos que estando bajo administración del Estado. Cada peso que un empleado gubernamental gerencia para su beneficio, por corrupción, le cuesta al contribuyente al empobrecer al tesoro municipal. Esto, sumado a cientos, quizá miles, de casos así, hace una horrenda cifra que es justamente el costo de tener un órgano municipal mal dirigido y pésimamente administrado. Cosa que no sucedería bajo control empresarial privado.

Si se dejara a la acción del empresario, y a la del consumidor, su elección y su decisión, la economía se ajustaría automáticamente; los bancos no tendrían por qué arriesgar el ahorro de sus depositantes y el gobierno no estaría perdiendo recursos en demagogia y parafernalia de poderes particulares disfrazados de intereses ciudadanos. El dinero tendría respuesta real y su uso consecuencias de verdadero valor en bienes; las tasas de interés serían sanas y las inversiones y el ahorro guardarían correspondencia con un sistema de estabilidades en uno y otro caso, fundamentadas en precios auténticos y, por ende, costos viables.

El amor desierto

Quien le dé un corazón a este minuto
yerto, a este fluir sin armonía,
a esta mi sangre dolorosa y fría,
a este seco dolor sin voz ni luto.

Quien pula aristas al diamante bruto,
quien vuelva al ave su perdida guía,
quien haga soledad y compañía,
voz y silencio al cántico absoluto.

Quien me devuelva todos mis paisajes
y vea, en mis quietudes recogida,
costa anhelada y velo de mis viajes;

Quien la salud me torne con su herida,
quien a mis sueños vista con sus trajes,
¡ansia sin forma! cumplirá mi vida.

Dionisio Ridruejo (1912-1975)



Y bueh....


Ludwig von Mises, Friedrich von Hayek, Eugen von Böhm-Bäwerk, Carl Menger y Friedrich von Wieser, insignes representantes de la corriente económica de la Escuela de Viena.

miércoles, 21 de noviembre de 2012


Documental que cubre entrevistas a varios economistas e historiadores de la Economía, sobre la gran crisis del año 2008, explicada bajo la teoría y análisis de la Escuela de Viena.

1 de 10 cosas que se deben saber de la Revolución Mexicana:

Que Madero era un espiritista. Más que eso, Madero no sólo era un espiritista sino incluso decía ser un medium. Fundó una revista espiritista y fue un apasionado colaborador.



2 de 10 cosas que se deben saber de la Revolución Mexicana:

Que Zapata era un pobre campesino. Para nada, su situación económica era la que en Francia tendría un pequeño propietario: poseía un hato de ganado, tierras e incluso caballos. Sucede que era un honesto defensor de la actividad agraria y por eso se ganó la confianza de su gente.


3 de 10 cosas que se deben saber de la Revolución Mexicana:

Que Victoriano Huerta era un alcohólico desalmado. No hay manera de negarlo. Es absolutamente verdad. Era ambas cosas, no por ser el "villano" de la Historia, sino porque era así. Las crónicas fidedignas lo delatan.


4 de 10 cosas que se deben saber de la Revolución Mexicana:

Que fue un acontecimiento que comenzó en 1910 y finalizó en 1920.

No hay fechas para la Revolución Mexicana. Para unos comenzó en 1906, terminó en 1940; o comenzó en 1911, terminó en 1916; o comenzó en 1914 y terminó en 1924. Lo que sucede es que se dieron distintos acontecimientos dentro de uno solo. No fue de golpe todo.


5 de 10 cosas que se deben saber de la Revolución Mexicana:

Que Álvaro Obregón perdió el brazo en la batalla de Celaya. Falso. Obregón perdió el brazo en León, en una de las batallas que siguieron a la pequeña campaña por expulsar a Francisco Villa de Guanajuato.


6 de 10 cosas que se deben saber de la Revolución Mexicana:

Que en las fuerzas de Venustiano Carranza pelearon obreros comunistas. Así es; no se sabe si sabían de comunismo pero eran del movimiento anarco-sindicalista. Fueron llamados "Batallones Rojos".


7 de 10 cosas que se deben saber de la Revolución Mexicana:

Que en México sucedió el primer combate en el mundo usando aviación. Certísimo. Sucedió el 30 de mayo de 1913 contra las fuerzas huertistas navales de Guaymas. Por eso al avión lo bautizaron "Sonora".


8 de 10 cosas que se deben saber de la Revolución Mexicana:

Que a Felipe Ángeles lo fusilaron por ser enemigo de Venustiano Carranza. Es algo dudoso y hasta equivocado. Carranza y su gobierno amnistiaron a muchos altos oficiales villistas y zapatistas. A Ángeles lo fusilaron porque era el único que le inspiraba temor político y militar a los "vencedores"; aparte de que se declaró abiertamente socialista.


9 de 10 cosas que debes saber de la Revolución Mexicana:

Que Francisco Villa fue Presidente de México. Jamás. Esto es una de las mentiras más candorosas que se han divulgado. Villa no disfrutaba de ser funcionario público. Como mucho fue gobernador de Chihuahua muy brevemente.


10 de 10 cosas que se deben saber de la Revolución Mexicana:

Que el Monumento a la Revolución Mexicana fue construido para tal fin. Pues no. No fue así. La idea original era construir un nuevo Palacio Legislativo en 1909, parecido al Reichstag de Berlín. La lucha armada impidió el proyecto, que se consumó hasta 1938.



Ponencia del economista Israel Kirzner sobre las diferencias entre las escuelas clásica, marshalliana y austriaca respecto a las posturas teóricas de la producción y el consumo.

martes, 20 de noviembre de 2012


Documental de la Revolución Mexicana, o resumen de lo sucedido durante su curso.

La Revolución Mexicana, un evento cultural ahistórico

La Revolución Mexicana no es para todos los mexicanos de la misma forma en que no es de uno aquello   que no se hace suyo. Más del 50% de los mexicanos ignora las cosas más elementales de un evento que es justamente tomado como un espectáculo. La gran mayoría ignora cosas elementales; no comentamos aún aquellos que ignoran todo, que es otro importante porcentaje.

Realmente, los que conocen lo esencial, importante, en dimensiones justas y con conocimientos correctos, no sólo son pocos: no existen. No hay nadie que cumpla estas características; justamente porque no tienen los conocimientos correctos. Como toda historia de fuerte contenido social, político y económico, este acontecimiento histórico es asunto de manejo ideológico.

Para algunos investigadores, fue traicionada; para otros, cumplió su cometido; otros utilizan la palabra "compromiso"; para otros, ni siquiera fue una revolución; algunos más indican que fue un complot liderado por EE.UU. y otros más, en este mundo de creencias y sospechas que en la Historia siempre son abundantes, alegan que como hecho histórico quedó incompleto. Como sea, los que discuten esto son los mismos de siempre era tras era, no porque sean inmortales, sino que la estafeta pasa siempre a clones que repetirán las mismas cosas sin modificar mucho el número de integrantes. Y este es exactamente el "problema". Los que saben lo suficiente del tema, no son más que un puñado de ciudadanos. El resto es total o casi totalmente ignorante del mismo. Es sólo un consumidor de cuentos. Un actuante en una obra a la que ni siquiera asiste como elemento principal sino que es apenas un extra.

Todos los años, en la mayoría de las discoteques del lugar donde vivo, y asumo que en todas partes el fenómeno debe ser si no parecido muy parecido, el 15 de septiembre se convoca a asistir a "celebrar" las fiestas patrias incluso yendo disfrazado; esta temática se extiende al 20 de noviembre cuando cae en fin de semana. Y todos los años se incurre en el mismo grotesco: figuras de Emiliano Zapata mezcladas con otras de Miguel Hidalgo. No tienen ni idea de quién fue uno ni quién el otro.

En una encuesta de prensa, le pedían al ciudadano promedio que mencionara a tres "héroes" de la Revolución. Tres; ni siquiera les estaban aplicando una urracarrana sin piedad. Las respuestas dieron, desde risa hasta terror. Muchos, el 90%, al menos hubieran tenido la dignidad de excusarse y decir que tenían prisa, pero tomaban vuelo y abrían la boca sólo para evidenciar que la Revolución Mexicana no es un evento de consciencia real ni de entendimiento histórico. Situaron a Morelos en eventos que sucedieron un siglo después; a Juárez, que había muerto décadas antes, lo proclamaron parte; se dieron el lujo de convocar a esos asuntos a "entrañables" personajes como Josefa Ortiz de Domínguez, e incluso hubo respuestas de calidad psicótica al darle participación a políticos como López Portillo. Claro que Emiliano Zapata, Pancho Villa e incluso Venustiano Carranza estuvieron en primera fila dentro de muchas de las respuestas; pero fue tan raro que algún entrevistado completara bien la encuesta que era como para tomarle fotos y enmarcarla.

La Revolución Mexicana y la Independencia Nacional no son eventos de calidad histórica en México: son clichés sociales, son marcas no registradas de consumo una vez al año; son pretextos para darle vivas a algo; son empresas de la ignorancia, apenas emblemas comerciales, objetos de consumo, falsa realidad. Prácticamente nadie entiende su significado y muchos menos cómo ocurrió, por qué y qué produjo. En resumen: la Revolución Mexicana (y su hermana de Héroes de México S.A., la Independencia) son de naturaleza ahistórica y acrítica en esta nación que continuamente lucha por entenderse a sí misma.

Tal cual...


Esto es la justicia social de los gobiernos progresistas: manipular el hambre y la necesidad; ¿de qué calidad puede ser un individuo que a cambio de hacer uso de dinero que no es suyo, se arroga el derecho de representar el bienestar de su propia nación a nombre personal? ¿Y de qué calidad puede ser el que lo apoya?
Liberal en lo político pero no en lo económico

Una de las más grandes imposibilidades es negar que la contradicción sea posible mentalmente. Mentalmente cualquier cosa puede ser creada, ahora habría que ver si lo creado tiene un nexo entre lo verdadero con lo sensato.

Alguien que dice "me gusta mucho la música y oigo de todo, incluso reggaetón" comete una falacia inmediata a pesar del contexto de "verdad" inofensivo que rodea al juicio emitido. Y el error, o sea la falacia, no radica propiamente en la creación mental, porque ¿a quién no le gusta la música? Sería aberrante la existencia de alguien que no lo hiciera. La falla consiste en la totalidad del concepto de lo que es la música. ¿Qué es la música? Dado que el parámetro se ha convertido en una línea de creencias sobre ello, el concepto ha pasado a ser un producto divisible y manipulable cuando realmente sólo hay una explicación, sólo hay una verdad. Un concepto que, de ser aplicado como se debe convendríamos en que el reggaetón es música, pero de muy bajo gusto. Por  lo tanto, a quien piensa así no le gusta la música en su sentido estricto: le gusta escuchar ritmos que le causan una sensación personal de permanente alivio. No es que le guste la música, le gusta "su música"; ese ritmo. Alguien que en verdad estuviera enamorado de la música, inmediatamente eliminaría géneros de bajo nivel y ascendería hasta llegar a la esencia del concepto. A nadie le puede gustar toda la música.

Lo mismo ocurre con los que dicen que son liberales políticamente, pero no económicamente. Se repite el mismo tipo de falacia, pero al revés. Aquí lo que sucede es que se desprecia un término por otro, pero en el fondo el problema es de creación mental. Así como la esencia de la música sólo es una, la esencia del liberalismo sólo puede ser una. Un individuo no puede ser político sin ser económico en una sola línea, porque es como decir que camina con el pie izquierdo pero no le gusta caminar el derecho.

Este error de construcción mental lleva a una falsa consciencia popular en donde lo que ocurre es que se transfiere el estigma o el prejuicio de mente a mente, creándose una sensación de control sobre la situación cuando en realidad se está cometiendo una contradicción diaria que produce efectos nocivos en la sociedad. Uno no puede defender libertades civiles por un lado sin defender otras libertades ligadas estrechamente con las libertades civiles y que son de índole económica. Quien defiende la postura que es liberal en lo social pero no en lo económico, es una persona completamente equivocada.

Esta idea última sí conviene a varios agentes de la sociedad, principalmente a los gubernamentales; y lo que es nefasto dentro de esa contradicción mental es que la contradicción que produce dentro del sistema productivo lo es más, pues a quienes beneficia singularmente que se piense de esta manera, es a los empresarios, justo a quienes el gobierno supuestamente debe controlar de no excederse con los empleados y obreros en general. La forma en que afecta las relaciones de intercambio social es que niega a los empleados la posibilidad de pelear sus derechos económicamente, es decir, en un sentido monetario y fiscal (en este caso), y los reduce a querer conseguir beneficios política y legalmente, es decir exactamente de la manera en que se enredan más las cosas. Todo por una negación mental que se ha vuelto cultura.

Veamos este ejemplo: A un ciudadano se le permite caminar libremente; hablar libremente; comer donde quiera, estudiar donde quiera; incluso votar por quien quiera. Pero no se le permite hacer uso de su dinero como quiera; para eso está el Estado, quien le quita sus ganancias bajo mil pretextos para utilizar a discreción esos montos en forma de planes sociales de equilibrio que lo único que ocasionan es derroche y malos servicios. Alguien que tenga libertades políticas igualmente debe tener libertades económicas en el mismo tenor, si no no estaríamos hablando de libertad plena, sino controlada. A quien le conviene que las personas piensen en la dicotomía libertad económica-libertad política, es a quien más le conviene quedarse con gran parte de las ganancias de los trabajadores. Saque usted sus conclusiones.

Si se es liberal en un extremo, se es automáticamente liberal en otro; no puede uno de ser liberal de medio tiempo, no es un empleo ni un hobby. Pero a algunos les conviene que se piense lo contrario; es decir, se ha vuelto el concepto del liberalismo un juego de palabras, una sensación, un evento manejable y gradual, como han hecho con la música. El verdadero liberal busca constantemente alcanzar la libertad, y deja atrás usos ideológicos de baja calidad.
"El comunismo sólo es compatible con la moral de la renunciación, es decir, con una moral de esclavos."

Emil Cioran (1911-1995)



Frederic Bastiat

Carestía y Baratura

Creo deber someter a los lectores algunas observaciones por desgracia teóricas, sobre las ilusiones que nacen de las palabras carestía, baratura. Se que a primera vista se inclinarán a juzgar que estas observaciones son un poco sutiles; pero séanlo o no, la cuestión es saber si son o no ciertas; creo que lo son completamente, y sobre todo, muy a propósito para hacer reflexionar a los muchos hombres que tienen una confianza sincera en la eficacia del régimen protector.

Así los partidarios de la libertad, como los defensores de la restricción, todos nos vemos obligados a servirnos de las palabras carestía, baratura; los primeros se declaran por la baratura, teniendo presentes los intereses del consumidor; los segundos se pronuncian por la carestía, ocupándose sobre todo de la suerte del productor. Otros intervienen diciendo: el protector y el consumidor son sólo uno, principio que no resuelve en lo más mínimo la cuestión de saber si la ley debe procurar la baratura o la carestía.

En medio de este conflicto, parece que la ley no tiene otro partido que tomar, sino el de dejar que los precios se establezcan por sí solos; pero entonces aparecen los enemigos encarnizados de: Dejar hacer quienes quieran absolutamente que la ley obre, aún sin saber en que sentido debe obrar; sin embargo, al que quiere hacer que la ley provoque una carestía artificial o una baratura no natural, es a quien toca exponer y hace prevalecer el motivo de su preferencia. El onus probandi le incumbe exclusivamente; de donde se deduce que siempre se presume que la libertad es conveniente, hasta que se pruebe lo contrario, porque la libertad consiste en dejar que los precios se establezcan por sí mismos.

Pero se han cambiado los papeles; los partidarios de la carestía han hecho triunfar su sistema, y a los defensores de los precios naturales toca probar la bondad del suyo. Los argumentos de ambas partes se fundan en dos palabras; por consiguiente es preciso saber lo que ellos significan.

Digamos ante todo que se verificado una serie de hechos para desconcertar a los campeones de los dos partidos. Para producir la carestía, los restriccionistas han obtenido derechos protectores, y una baratura inexplicable para ellos ha venido a engañar sus esperanzas. Para llegar a la baratura, los partidarios del libre cambio, han hecho prevalecer algunas veces la libertad, y con gran asombro suyo se ha seguido una subida de precios. Ejemplo: en Francia para favorecer la agricultura, se ha gravado a la lana extranjera con un derecho de 22%, y ha sucedido que la lana nacional se ha vendido más barata después de la disposición, que antes. En Inglaterra, para aliviar al consumidor, se bajaron, y por último, se quitaron del todo los derechos que pesaban sobre la lana extranjera, y ha sucedido que la del país se ha vendido más cara que nunca.

Al ver esto, ha llegado a su colmo la confusión en el debate, porque los proteccionistas decían a sus adversarios: “Esa baratura que tanto nos elogias, es nuestro sistema el que la realiza.” Y sus adversarios contestaban: ”Esa carestía que creen tan útil, es la libertad quien la provoca.” ¿No sería divertido ver de este modo que la baratura se convirtiese en la palabra de orden de la calle de Hanteville, y la carestía en la de la calle de Choisseul? Es evidente que en todo esto hay una equivocación, un engaño que es preciso destruir. Eso es lo que voy a tratar de hacer.

Supongamos dos naciones aisladas, compuesta cada una de un millón de habitantes; admitamos que habiendo igualdad en todo lo demás, hay en una de ellas justamente el doble de toda clase de cosas que en la otra; doble trigo, carne, hierro, muebles, combustible, libros, vestidos, etc.; todo el mundo convendrá en que la primera será doble más rica.

Sin embargo, no hay razón ninguna para afirmar que los precios absolutos sean diferentes en estos dos pueblos; tal vez hasta serán más altos en el más rico. Puede suceder que en los Estados Unidos todo sea nominalmente más caro que en Polonia, y que sin embargo los hombres estén mejor provistos de todo; por donde se ve que lo que constituye la riqueza no es el precio absoluto de los productos, sino su abundancia. Cuando se quiere, pues, hacer un juicio comparativo entre la restricción y la libertad, no debe preguntarse cuál de las dos produce la baratura o la carestía, sino cuál de las dos ocasiona la abundancia o la escasez; porque debe tenerse muy presente que cuando se cambian los productos unos por otros, una escasez relativa de todo, o una abundancia también relativa de todo, dejan exactamente en el mismo estado los precios absolutos de las cosas, pero no la condición de las personas.

Profundicemos un poco más la materia. Cuando se ha visto que el aumento o disminución de derechos producían efectos tan opuestos a los que se esperaban, que la desestimación seguía a menudo al impuesto y al encarecimiento acompañaba algunas veces a la franquicia, ha sido preciso que la economía política buscase la explicación de un fenómeno que echaba por tierra todas las ideas admitidas; porque, dígase lo que se diga, la ciencia, si es digna de ese nombre, no es más que la fiel exposición y la justa explicación de los hechos.

Ahora bien, el que nos ocupa en este instante, se explica perfectamente por una circunstancia que no debe nunca perderse de vista; a saber, que la carestía tiene dos causas, no una. Lo mismo sucede con la baratura. Uno de los puntos mejor sentados en economía política es, que el precio se determina por el estado de la oferta comparado al de la demanda. Hay pues, dos términos que afectan al precio, la oferta y la demanda, términos que son variables por su misma naturaleza. Pueden combinarse en el mismo sentido, en sentido opuesto y, en proporciones infinitas, de aquí nacen las interminables combinaciones de precios.

El precio sube, ya porque la oferta disminuye, ya porque la demanda aumenta.

Baja, porque la oferta aumenta o la demanda disminuye.

Por eso hay dos clases de carestía y otras dos de baratura:

Hay la carestía de mal género, cual es la que proviene de la disminución de la oferta; porque ella implica escasez, implica privación, (tal es la que se siente en 1848 respecto del trigo); y hay la carestía de buen género, cual es la que proviene de un aumento de demanda, porque ésta supone el desarrollo de la riqueza general.

Del mismo modo hay una baratura deseable, la que tiene por origen la abundancia; y una baratura funesta, la que tiene por causa el abandono de la demanda, la ruina de la clientela.

Ahora, observad esto: la restricción tiende a provocar a un mismo tiempo la carestía y la baratura de mal género; la mala carestía porque disminuye la oferta; este es su fin confesado; y la mala baratura, porque también disminuye la demanda, puesto que da una falsa dirección a los capitales y al trabajo, y abruma a la clientela con trabas e impuestos; de modo que, en cuanto a los precios, estas dos tendencias se neutralizan; y he aquí, por qué este sistema que restringe al mismo tiempo la demanda y la oferta, ni siquiera realiza en definitiva esa carestía que es su objeto.

Pero respecto a la condición del pueblo, no se neutralizan; por el contrario, concurren a empeorarla.

El efecto de la libertad es precisamente el opuesto. En su resultado general puede que tampoco realice la baratura que prometía, porque también tiene dos tendencias, una hacia la baratura deseable por la extensión de la oferta o sea la abundancia, y la otra hacia la carestía apreciable por el aumento de la demanda o de la riqueza general. Estas dos tendencias se neutralizan en lo que concierne a los precios absolutos; pero están de acuerdo en lo que toca a la mejora de la suerte de los hombres.

En una palabra, bajo el régimen restrictivo y mientras que él obra, los hombres retroceden hacia un estado de cosas en que todo disminuye, oferta y demanda; bajo el régimen de la libertad, progresan hacia un estado de cosas en que ambas se desarrollan por igual, sin que sea necesario que sufra alteraciones el precio absoluto de las cosas. Este precio no es un buen criterio de la riqueza; puede fácilmente quedar en el mismo estado, ya caiga la sociedad en la miseria más abyecta, o se adelante hacia la prosperidad.

Permítasenos hacer en pocas palabras la aplicación de esta doctrina. Un cultivador del Mediodía cree tener las minas del Potosí, porque se le protege con impuestos contra la rivalidad extranjera. Es tan pobre como Job; no importa; no por eso deja de suponer que la protección le enriquecerá tarde o temprano. En tales circunstancias, se le propone como hace el comité Odier, la cuestión en estos términos: ¿Quiere, sí o no, estar sujeto a la concurrencia extranjera? Su primer movimiento es responder: “No” y el comité Odier da orgullosamente publicidad a esta respuesta.

Sin embargo, es preciso penetrar un poco más en el fondo de las cosas. No hay duda que la concurrencia extranjera y la misma concurrencia en general, es siempre inoportuna; y si solo una profesión pudiese libertarse de ella, haría buenos negocios durante algún tiempo. Pero la protección no es un favor aislado; es un sistema. Si tiende a producir en provecho del cultivador la escasez del trigo y de la carne, tiende también a producir en provecho de otros productores, la escasez del hierro, del paño, del combustible, de los instrumentos, etc.; esto es, la escasez de todas las cosas. Y si la escasez del trigo produce su encarecimiento por la disminución de la oferta, la escasez de todos los otros objetos por los cuales se cambia el trigo, produce la depreciación de éste por la disminución de la demanda; de manera que no es de ningún modo cierto que en definitiva sea un céntimo más caro que bajo el régimen de la libertad. Lo único cierto es que como hay menos de todo en el país, cada uno debe estar menos bien provisto de todo.

El cultivador debería preguntarse, si no le convendría más que entrase de fuera un poco de trigo y ganado, con tal que por otra parte estuviese rodeado de una población acomodada, en disposición de consumir y pagar toda clase de productos agrícolas.

Supóngase una localidad en que los hombres estén cubiertos de andrajos, habiten en ruinas, se mantengan con castañas. ¿Cómo queréis que la agricultura florezca allí? ¿Qué se hará producir a la tierra con esperanza fundada de una justa remuneración? ¿Carne? Nadie la come. ¿Leche? Nadie bebe sino agua de los arroyos. ¿Mantequilla? Eso es mucho lujo. ¿Lana? Se usa la menos posible. ¿Se cree acaso que todos los objetos de consumo pueden ser despreciados así por las masas, sin que este abandono produzca en los precios una baja al mismo tiempo que la protección produce una alza?

Lo que decimos de un agricultor, podemos decirlo de un industrial. Los fabricantes de paño aseguran que la concurrencia exterior bajará el precio por el aumento de la oferta. Concedido. ¿Pero no subirá otra vez por el aumento de la demanda? ¿El consumo de paño es una cantidad fija, invariable? ¿Cada uno está tan bien provisto como pudiera y debiera estarlo? Y si la riqueza general se desarrollase por la abolición de todos estos impuestos y de todas estas trabas, el primer uso que haría de ella la población ¿no sería vestirse mejor?

La cuestión, la cuestión eterna, no es si la protección favorece a tal o cual ramo especial de industria, sino si al fin y al fallo la restricción es por su naturaleza más productiva que la libertad. Pero eso es lo que nadie se atreve a sostener, y esto mismo explica la confesión que se nos hace sin cesar: “Tenéis razón en principio.”

Si esto es así, si la restricción no hace bien a cada industria especial, sino haciendo un mal mayor a la riqueza general, comprendamos por fin que el precio en sí mismo, y considerado él sólo, expresa una proporción entre cada industria especial y la industria general, entre la oferta y la demanda; y que según estas premisas ese precio remunerador, objeto de protección, es más bien contrariado que favorecido por ella.

Video realizado por Libertad y Progreso; explica brevemente la relación que guarda la Base Monetaria con el aumento de los precios de los commodities y su impacto en los precios relativos. Argumenta que el diferencial entre una y otra cifra indica que ha crecido más el dinero que el precio de los precios de los bienes, y que es este crecimiento de la masa monetaria lo que ocasiona en verdad la depreciación de la moneda.

El trabajo escrito completo, lo pueden hallar en la página de la ONG mencionada: www.libertadyprogreso.org. 

Libertad y Progreso realizó este fantástico video sobre cómo el Estado se agencia abusiva pero silenciosamente la mitad de las ganancias de los empleados. Es un trabajo íntegro y muy bien expuesto. Vale la pena verlo.